El deporte es un lenguaje universal, un puente entre generaciones. Desde el abuelo enseñando a dar los primeros pasos en una cancha de fútbol hasta la mamá que inicia a su pequeño en la pileta del club. Pero, como todo, tiene su momento y su ritmo.

Entonces surge la gran pregunta: ¿cuándo es el momento ideal para que nuestros niños se sumerjan en este universo? Según la American Academy of Pediatrics (AAP), los menores de 6 años todavía no están preparados para la rigidez de un deporte estructurado debido a su capacidad de atención aún en desarrollo. Mejor que exploren: que corran en el parque, jueguen con una pelota o practiquen esos primeros chapuzones en la pileta. En esas pequeñas aventuras nace la chispa deportiva.

A medida que se acercan a los 6 y hasta los 9, podemos empezar a incorporar reglas y técnicas, siempre manteniendo la diversión como bandera principal. En esta etapa, es fundamental que descubran por sí mismos qué actividades les atraen más. Ya sea el fútbol, la natación, la gimnasia o el baile, lo importante es que disfruten de la actividad.

Aspectos clave a considerar: 

Cada chico tiene su propio reloj interno. Algunos están listos para lanzarse a la cancha desde temprano, otros requieren un poco más de paciencia y observación. Lo esencial es estar ahí, alentándolos y ofreciéndoles opciones.

Es vital redefinir nuestra relación con el concepto de “rendirse”. Si notás que un deporte no capta su atención, no hay problema en explorar nuevos horizontes. La diversión debe estar en el centro de cualquier actividad infantil.
En definitiva, el deporte es una herramienta poderosa para el desarrollo integral de los niño y debe ser abordado con cuidado, amor y una comprensión profunda de las necesidades individuales. Porque al final del día, el objetivo es que los niños crezcan felices, saludables y con pasiones que los inspiren a lo largo de la vida.